El transporte público y privado en Ayacucho: Un análisis del desorden y la inoperancia de los sectores involucrados
Antropólogo UNSCH
Una reflexión que nos trae las horas punta que hemos vivido pasar en esa tuberización de claxon, gritos y desesperación por llegar al destino es el transporte en nuestra ciudad. El transporte público y privado en la ciudad de Ayacucho ha sido un tema recurrente de debate y análisis debido al caos y la falta de eficiencia en su gestión. Este artículo tiene como objetivo examinar el desorden que prevalece en el sistema de transporte público, algunas de sus causas y cómo la inoperancia de los sectores involucrados contribuye al problema. Además, se revisarán las normativas legales vigentes y se presentará información sobre la población vehicular en la región.
1. Marco teórico
El transporte público es un servicio esencial que permite la movilidad de los ciudadanos y es fundamental para el desarrollo económico y social de las ciudades. La gestión eficiente del transporte público y privado está asociada con varios conceptos clave, entre ellos: Movilidad urbana: Se refiere a la capacidad de las personas para desplazarse dentro de una ciudad de manera eficiente y segura. Como lo menciona Gutiérrez (2019): «La movilidad urbana es un concepto clave en el desarrollo de ciudades modernas. Implica no solo el desplazamiento eficiente de personas, sino también la accesibilidad equitativa a los servicios y oportunidades, contribuyendo directamente a la calidad de vida de los habitantes». Transporte sostenible: Implica un sistema de transporte que no solo satisface las necesidades actuales de movilidad, sino que también minimiza los impactos negativos sobre el medio ambiente y la salud. Planificación urbana: La falta de una adecuada planificación en infraestructura vial y transporte puede generar problemas de congestión, contaminación y baja calidad del servicio. En el caso de Ayacucho, estas cuestiones se ven exacerbadas por la falta de coordinación entre las autoridades y los operadores de transporte, así como por la insuficiencia de mecanismos de control y fiscalización.
2. Leyes y normas sobre transporte público
En el Perú, el marco normativo que regula el transporte público está basado en varias leyes y decretos, entre los cuales destacan: Ley General de Transporte y Tránsito Terrestre (Ley N.º 27181): Establece las disposiciones generales sobre la organización y operación del transporte terrestre en el país. Esta ley busca promover un sistema de transporte seguro, accesible y eficiente. En su artículo 2 se establece las bases para un sistema de transporte seguro, eficiente y accesible, regulando el tránsito y el transporte en las vías públicas terrestres y garantizando la seguridad vial como un derecho fundamental». Reglamento Nacional de Tránsito (D.S. N.º 016-2009-MTC): Especifica las normas que regulan la circulación de vehículos y el comportamiento de los peatones en la vía pública. Establece las normas de conducta que los conductores deben seguir, promoviendo la seguridad y orden en las vías. Las infracciones a este reglamento son sancionadas con multas, suspensión de licencias e incluso la inhabilitación para operar vehículos de transporte público. Ordenanzas municipales de Ayacucho: La Municipalidad Provincial de Huamanga, responsable de la regulación local del transporte, emite ordenanzas que definen las rutas de transporte, autorizaciones y fiscalización de las unidades vehiculares que operan en la ciudad.
3. El desorden en el transporte público: Inoperancia de los sectores involucrados
El caos que caracteriza el transporte público y privado en Ayacucho es el resultado de varios factores interrelacionados:
Falta de planificación adecuada: La ausencia de un plan maestro de transporte a largo plazo que contemple el crecimiento poblacional y vehicular de la ciudad ha generado rutas sobrecargadas y falta de servicios en algunas zonas, tuberización de motos lineales y mototaxis.
Deficiencia en la fiscalización: Las entidades encargadas de supervisar el cumplimiento de las normas, como la Municipalidad Provincial y la Policía de Tránsito, no logran hacer cumplir las regulaciones. Esto permite que se mantengan en operación vehículos en mal estado y que los choferes no respeten las rutas establecidas. Como se menciona en el Informe de la Defensoría del Pueblo (2022): «El caos vehicular en Ayacucho es evidente, especialmente en las horas punta. Este desorden refleja una falta de planificación adecuada por parte de las autoridades y la ineficiencia en el control y la supervisión de los operadores de transporte público».
Corrupción y desinterés político: Existen casos documentados de corrupción en la emisión de licencias y autorizaciones de transporte, lo que agrava la ineficiencia del sistema. Torres (2021) señala: «La corrupción es un factor clave que perpetúa la ineficiencia del transporte público y privado en Ayacucho. Las irregularidades en la emisión de licencias y la falta de sanciones efectivas a las empresas de transporte que incumplen las normas han generado un ambiente de impunidad».
4. Población vehicular en Ayacucho: datos y estadísticas
Según datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), la cantidad de vehículos en Ayacucho ha crecido de manera significativa en los últimos años. Para el año 2021, se estima que el parque vehicular de la ciudad alcanzó los 35,000 vehículos, de los cuales aproximadamente el 40% está destinado al transporte público, incluidos taxis, colectivos y buses. Este aumento vehicular no ha sido acompañado por una mejora en la infraestructura vial, lo que genera congestionamientos en las horas punta, principalmente en el centro histórico de la ciudad. El informe del INEI (2021) refleja esta realidad: «La población vehicular en la ciudad de Ayacucho ha aumentado exponencialmente en los últimos años, sin que las autoridades locales hayan desarrollado una estrategia efectiva para gestionar este crecimiento. Este incremento ha generado congestionamiento, accidentes y un servicio deficiente en las rutas de transporte público».
5. Actores involucrados en el sistema de transporte público y sus funciones
Existen varios actores clave en la gestión del transporte público en Ayacucho, entre los que se destacan:
- Municipalidad Provincial de Huamanga: Responsable de regular las rutas, otorgar permisos a las empresas de transporte y fiscalizar el cumplimiento de las normas.
- Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC): A nivel nacional, es el encargado de establecer las políticas y normas que regulan el transporte terrestre. Aunque su competencia directa en Ayacucho es limitada, las leyes emitidas por el MTC son aplicables a la región.
- Empresas de transporte público: Son las encargadas de gestionar el servicio, pero frecuentemente no cumplen con los estándares mínimos de calidad y seguridad. Estas empresas están en constante conflicto con las autoridades debido a la sobreexplotación de rutas.
- Policía Nacional del Perú (PNP): Es la entidad que tiene a cargo el control del tránsito y el cumplimiento de las normas de transporte. Sin embargo, la falta de recursos y personal capacitado ha reducido su capacidad de acción en la región.
El sistema de transporte público y privado en Ayacucho se encuentra en una crisis profunda, resultado de una falta de planificación y de la inoperancia de los actores involucrados en su gestión. A pesar de la existencia de un marco legal adecuado, la falta de aplicación efectiva de las normas y la corrupción en el sector han perpetuado el caos en las calles. Es urgente una reforma estructural que permita un transporte público y privado más eficiente, seguro y sostenible.
6. Enfoque Antropológico: Comprendiendo la inoperancia del transporte como práctica validada
Desde la antropología, es importante destacar cómo las acciones cotidianas de los ciudadanos y las autoridades se integran en un sistema de valores y normas culturales que, en lugar de desafiar el caos y la inoperancia del transporte público, tienden a naturalizarlos y a reforzar comportamientos que perpetúan el desorden.
Prácticas cotidianas y validación social
Las formas en que las personas utilizan y experimentan el transporte público y privado en Ayacucho están profundamente arraigadas en hábitos que se han desarrollado a lo largo del tiempo. La falta de cumplimiento de las normas, la permisividad ante la informalidad y el desorden pueden ser interpretadas como comportamientos normalizados, aceptados socialmente. Por ejemplo, las filas desordenadas en los paraderos, la sobrecarga de pasajeros en buses y taxis colectivos, o el uso de vehículos en mal estado son situaciones que, desde un enfoque normativo, representan infracciones. Sin embargo, desde la vida diaria, estas prácticas se consideran «parte del día a día», una adaptación necesaria para lidiar con las deficiencias del sistema. Como señala Bourdieu en su concepto de habitus, las personas actúan de acuerdo con esquemas de percepción y acción que están profundamente incorporados en su experiencia social, lo que ayuda a perpetuar la situación actual.
7. El transporte público y privado como espacio de interacción social
El transporte público y privado no solo es un medio de desplazamiento, sino también un espacio en el que se negocian y reflejan las relaciones sociales. En Ayacucho, como en muchas otras ciudades, las interacciones entre pasajeros y conductores muestran patrones de poder y desigualdad. Los pasajeros que enfrentan largos tiempos de espera y un servicio deficiente suelen aceptar estas condiciones, en parte, porque hay una falta de mecanismos efectivos para hacer valer sus derechos como usuarios.
Por otro lado, la figura del conductor o transportista también ha adquirido un rol particular en la dinámica social. Estos trabajadores, que a menudo son vistos como «dueños de las reglas» en las unidades vehiculares, pueden negociar tarifas o decidir las paradas sin seguir las regulaciones formales. Esta negociación constante es aceptada por la población, validando una relación informal con las normas de transporte.
En las calles empedradas y avenidas polvorientas de Ayacucho, el transporte público y privado se erige como un espacio en el que las relaciones sociales se materializan y se renegocian constantemente. Durante un viaje en una combi, los pasajeros no solo ocupan un asiento, sino que también participan en un complejo entramado de interacciones, donde los roles de poder y desigualdad se reflejan de manera palpable.
En las paradas informales, los pasajeros, en su mayoría trabajadores, comerciantes y estudiantes, permanecen de pie bajo el sol abrasador, formando filas desordenadas que no responden a un orden oficial. Aquí, la espera se ha convertido en un ritual, una especie de «pausa social» donde las personas comparten pequeñas conversaciones fugases y miradas silenciosas, pero también resignan su tiempo, conscientes de que los tiempos de espera prolongados y el hacinamiento son condiciones a las que se han acostumbrado. Tal como expresó un pasajero con frustración: «A veces esperamos hasta una hora, pero ya sabemos que así es».
El poder del transportista, dentro del vehículo, el conductor – una figura central en la dinámica del transporte- se convierte en un actor que maneja no solo el volante, sino también las reglas del trayecto. A menudo jóvenes o adultos mayores, los transportistas deciden las paradas de manera arbitraria, modificando la ruta según la demanda de los pasajeros o simplemente convierte las calles en más de un carril. Es fácil observar cómo algunos pasajeros piden una parada específica fuera de los límites establecidos y el conductor, accede a ello según su humor. En una de estas situaciones, el conductor me comentó: «No es que quiera romper las reglas, pero si me piden así, no puedo decir que no. Aquí se hace así».
En este espacio social móvil, la negociación de las tarifas y las paradas crea una economía paralela que refuerza las relaciones informales. Los pasajeros aceptan estos intercambios como parte de la cotidianidad, a sabiendas de que las reglas formales del transporte son flexibles y poco estrictas. La figura del conductor, por su parte, es vista como un «dueño temporal» de las reglas, un actor que tiene el poder de modificar las normas del transporte según lo que considere adecuado en el momento. Este tipo de interacción informal no solo es tolerada, sino también esperada por la población, quien en palabras de una vendedora ambulante que usaba el servicio: «Uno ya sabe cómo es, a veces sale mejor así, porque no siempre te dejan donde necesitas».
8. La corrupción y la desconfianza institucional como parte del habitus
El enfoque antropológico también nos permite comprender cómo la corrupción en el sistema de transporte, mencionada anteriormente, se convierte en un fenómeno que los ciudadanos interiorizan y sobre el cual actúan. La percepción de que las autoridades no cumplirán con sus funciones, que las normas pueden ser eludidas mediante sobornos o que no existe una regulación estricta para los operadores de transporte contribuye a una cultura de desconfianza en las instituciones.
Los actores involucrados, tanto autoridades como usuarios, terminan ajustándose a una lógica de funcionamiento en la que el incumplimiento de las normas se convierte en algo esperado. Según Huber (1999), «la corrupción no solo está presente en las transacciones de poder, sino que permea las interacciones diarias, generando una estructura social donde la transgresión de las reglas se normaliza» (p. 45). Esto se refuerza mutuamente, creando una situación donde las soluciones a los problemas del transporte parecen siempre fuera del alcance de la población.
Uno de los factores que ha exacerbado el caos en el sistema de transporte en Ayacucho es el auge de las motos lineales. Estos vehículos, en su mayoría operados de manera informal, han ganado popularidad debido a su bajo costo y capacidad para moverse rápidamente por las congestionadas calles de la ciudad. Sin embargo, su proliferación ha sido una de las principales causas del caos vehicular. Sin una regulación adecuada, estas motos frecuentemente ignoran las normas de tránsito, aumentando el riesgo de accidentes y la inseguridad vial.
El fenómeno de la informalidad en el transporte está profundamente arraigado en las prácticas sociales de Ayacucho. La falta de empleo formal y las barreras económicas han llevado a muchas personas a encontrar en la conducción de motos lineales una forma de sustento. Como señala Bourdieu (1980), el habitus es el conjunto de disposiciones que guían nuestras prácticas diarias. En este caso, la informalidad del transporte se ha convertido en una norma aceptada y reproducida en el día a día de los ciudadanos. Esta adaptación refleja cómo la población ha internalizado el caos y la falta de orden como parte de su experiencia cotidiana.
9. Tolerancia al desorden: El transporte público y privado como reflejo de una sociedad en cambio
En contextos como el de Ayacucho, una región que ha experimentado importantes transformaciones socioeconómicas en las últimas décadas, es comprensible que las estructuras tradicionales de poder y control no se hayan modificado al mismo ritmo que las dinámicas urbanas. La falta de infraestructura adecuada y la creciente demanda de transporte en una ciudad en expansión han creado condiciones donde el desorden se ve como una consecuencia inevitable de la falta de planificación urbana.
Las prácticas de adaptación a estos cambios, como la aceptación del caos vehicular o la sobrecarga de unidades, podrían interpretarse desde una perspectiva antropológica como mecanismos de supervivencia en un entorno que no ha sido adaptado a las nuevas exigencias del crecimiento urbano y de un marco legal por el estado. Esto refleja una realidad en la que los ciudadanos han aprendido a operar dentro de un sistema que no responde a sus necesidades, lo que Bourdieu describiría como la «naturalización» de estas prácticas dentro de su habitus.
10. El desorden validado culturalmente
La inoperancia del transporte público y privado en Ayacucho, vista desde un enfoque antropológico, no es solo el resultado de fallas técnicas o administrativas, sino también de un conjunto de prácticas y valores que la población ha incorporado a su vida cotidiana. Estas prácticas, aunque disfuncionales desde una perspectiva regulatoria, están profundamente arraigadas en la experiencia diaria de los usuarios y operadores del transporte.
Para abordar verdaderamente los problemas del transporte público, no solo se necesita una reforma estructural y legal, sino también un cambio en la percepción y en las prácticas culturales que han permitido que el desorden y la ineficiencia se perpetúen. Sin embargo, para que esto ocurra, habría que empezar por despertar el interés de las autoridades que, claro está, ya no conocen lo que es viajar en un micro abarrotado, esperar media hora en un paradero sin sombra o tener que sortear el tráfico a pie porque no hay buses disponibles. Quizás, si algún día se les descompone la camioneta con lunas polarizadas, tendrían la oportunidad de redescubrir cómo se siente ser parte de la mayoría de la población.
Pero bueno, hasta entonces, podemos seguir confiando en que las autoridades, cómodamente alejadas del caos urbano, seguramente resolverán el problema… desde la distancia, claro.
11. Conclusiones
El análisis del transporte público y privado en Ayacucho revela un sistema profundamente desorganizado e ineficiente, caracterizado por la inoperancia de las instituciones, la falta de planificación adecuada, y una estructura social que ha permitido la normalización de la informalidad y el caos. Este desorden no solo es un problema técnico-administrativo, sino también un fenómeno que se ha incorporado en la vida diaria de los ciudadanos, moldeando sus interacciones y prácticas culturales.
Uno de los aspectos más críticos que contribuyen al caos en el transporte es la proliferación de las motos lineales y mototaxis, que han tomado un rol central en la movilidad urbana de Ayacucho. Estas formas de transporte, aunque cumplen con la necesidad urgente de desplazamiento rápido, representan un factor de riesgo significativo. La falta de regulación efectiva, la ausencia de mecanismos de control y la permisividad ante la informalidad han fomentado un entorno donde las motos lineales y el transporte público operan al margen de las normativas, contribuyendo al desorden en las calles y poniendo en riesgo tanto a peatones como a otros conductores.
Por tanto, abordar la crisis del transporte en Ayacucho requeriría acciones coordinadas y estructurales que incluyan no solo la reforma del sistema de transporte público y privado, sino también el diseño de políticas que regulen la informalidad de las motos lineales. Además, es fundamental un cambio en la percepción de las normas y en la interacción de los ciudadanos con el sistema, incentivando prácticas de movilidad más seguras, eficientes y sostenibles.
En última instancia, la solución no puede ser únicamente técnica o administrativa; debe involucrar a todos los actores del sistema, desde las autoridades locales hasta los usuarios del transporte, en un esfuerzo por transformar las dinámicas actuales de movilidad y reorganizar el espacio urbano de manera más justa y funcional.
12. Referencias Bibliográficas:
Bourdieu, P. (1979). La distinción: Criterio y bases sociales del gusto. Editorial Taurus.
Bourdieu, P. (1980). El sentido práctico. Ediciones de Minuit.
Defensoría del Pueblo. (2022). Informe sobre el Transporte en Ayacucho. Lima, Perú.
Gutiérrez, M. A. (2019). Movilidad y Desarrollo Sostenible en América Latina. Editorial Universidad de los Andes.
Huber, L. (1999). Romper la Mano: Una Interpretación Cultural de la Corrupción. Editorial Ciencias Sociales.
Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). (2021). Informe sobre Transporte y Población Vehicular en Ayacucho. Lima, Perú.
Ley N.º 27181. (1999). Ley General de Transporte y Tránsito Terrestre. Congreso de la República del Perú.
Reglamento Nacional de Tránsito. (2009). Decreto Supremo N.º 016-2009-MTC. Ministerio de Transportes y Comunicaciones.
Torres, L. (2021). Corrupción y Desorden en el Transporte Público. Lima: Editorial San Marcos.
Torres, R. (2021). El Transporte en Ayacucho: Un Análisis Crítico. Editorial Andina.