Editorial

Editorial

José Ramos López

El recorrido de la antropología ayacuchana ha estado marcado por el contexto social en aproximarse a comprender las apuestas políticas del cambio cultural; teniendo como precepto describir las prácticas ancestrales como festividades, valores andinos moldeando una antropología del rescate. La comprensión de las estructuras sociales enlazando los mitos, los opuestos complementarios en la vida cotidiana y la configuración en la organización política; dieron paso
la consolidación de etnografías con base estructuralista. Posteriormente, el interés se tornó en la economía del campesinado, las luchas por la tierra y los procesos migratorios del campo a la ciudad posibilitaron la apertura de nuevos campos de producción de conocimiento. La consolidación de la antropología andinista tuvo que seguir al sujeto migrante a fin de explicar sus estrategias culturales de dar sentido a su vida y sus apuestas como la educación, trabajo, política y mejora de la calidad de vida. La centralidad de visibilizar los cambios y permanencias culturales ha calado mucho en la tradición antropológica ampliándose a otros ámbitos de la vida.

Después del conflicto armado interno (1980-2000), la antropología ayacuchana reinventó sus preocupaciones investigativas enlazando con los problemas de la población tales como educación, interculturalidad, desarrollo, memoria, género, conflictos sociales, economías extractivas, políticas públicas y salubridad. Desde el despegue institucional de la antropología en 1959 y la
gestión de la Sociedad Peruana de Antropología en 1966 por velar el ejercicio profesional; el interés de difundir las investigaciones ha sido una senda que ha cobrado mayor relevancia. En ese marco, la revista Wamani constituye un esfuerzo académico de repensar la sociedad ayacuchana a partir de distintas aproximaciones. La presente publicación se inscribe en la apuesta institucional
de retomar el papel de la antropología en comprometerse con las múltiples y complejas dinámicas sociales, políticas, económicas y culturales de la región de Ayacucho. Aunque las limitaciones de la academia siguen marcadas por la narrativa comunicativa, su impacto en la sociedad y poco uso en las políticas públicas; el aporte de la antropología ha descentrado sus campos tradicionales
para extenderse en la gubernamentabilidad estatal, gestión pública y sociedad
civil. Desde los paradigmas del desarrollo y la antropología aplicada, han
acompañado procesos de cobertura en el acceso a derechos de la población
vulnerable de Ayacucho. El ejercicio profesional del antropólogo, mediada por la experiencia e innovaciones, ha trascendido en el posicionamiento del componente cultural como la punta de lanza del reconocimiento. Instituciones con carácter de ciencias abstractas han ido incorporando antropólogos a fin de tener intervenciones con pertinencia cultural, responsabilidad social
y estableciendo marcos comprensivos de diálogo y gestión de conflictos.
Así, como el posicionamiento de la antropología forense en los procesos de identificación de restos humanos desaparecidos durante el conflicto armado
interno, son campos que van teniendo mayor tendencia.
La diversificación del campo laboral ofrece una polifonía de experiencias que
oscilan entre aprendizajes reflexivos donde la antropología se convierte no
solo en una profesión sino en un enfoque de concebir las relaciones humanas,
un estilo de vida donde se pone el cuerpo en el trabajo de campo. Son las
relaciones sociales el constituyente del conocimiento antropológico que pasan
necesariamente por transitar junto a y en relación a los grupos sociales. En
paralelo, es necesario pensar el ejercicio del quehacer antropológico en clave de desafíos. Considero primordial revisitar el camino de la antropología ayacuchana a fin de sacar lecciones que puedan poseer el componente transformador en el ejercicio profesional y la producción de conocimiento. Primero, es necesario romper las murallas entre la academia y la práctica puesto que la dicotomía opuesta pierde fuerza en el campo laboral debido a que el mismo
ejercicio profesional obedece a una teoría específica y la experiencia viene a ser
la teorización de la práctica. El reto reside en situarse como una antropología en dos pies colocados tanto en el campo de la academia así como la práctica.

Las experiencias del ejercicio antropológico son prolíficos que tienen la potencialidad de aportar en la renovación de la antropología; que necesariamente pasa por teorizarlas en formatos más accesibles que van desde investigaciones hasta artículos de opinión.
Segundo, la consolidación de una comunidad antropológica mediante la
institucionalización profesional es una tarea que no solamente debe recaer
en quienes asumen un cargo directivo sino en cada antropólogo(a). El peso comunitario en base al diálogo reflexivo es un pendiente entre la Escuela Profesional de Antropología Social (tanto docentes como estudiantes) y el Colegio de antropólogos a fin de articular iniciativas conjuntas. Este componente no significa evitar los desencuentros y críticas; más bien, aporta en construir relaciones que minimicen las relaciones de poder basadas en el respeto a la
diversidad de pensamientos. Una de las experiencias rescatables viene a ser el Encuentro de Antropólogos (ENAN), que surge el 2015 bajo el liderazgo de egresados en Antropología social de la UNSCH; se forja bajo el objeto de constituir y hacer sostenible un espacio de reflexión, debate y análisis de la coyuntura académica, social, económica, cultural y política de nuestra región
y del país. Hasta la actualidad se realizaron seis encuentros (2015, 2016, 2017, 2018, 2019 y 2024) consolidan un campo de confluencia de realidades, limitaciones, desafíos y compromisos en el ejercicio antropológico. Por ello, la apuesta de articular experiencias, acciones, producciones académicas y una agenda colectiva que realce el quehacer antropológico desde las distintas instituciones y organizaciones; brinda un horizonte cohesionador de la institucionalidad antropológica como un referente en la región. De esta manera, tantos estudiantes, docentes, egresados profesionales y el colegio profesional tienen el potencial de construir colectivamente una antropología comprometida, ética, competitiva y pertinente.

Tercero, Ayacucho vuelve a situarse en el campo del reconocimiento debido al peso histórico de la conmemoración de los doscientos años de la batalla de Ayacucho, que selló la independencia del Perú del dominio español. El bicentenario nos invita a pensar en el recorrido político y social de construir una región articulada, moderna con consciencia histórica e identidad. Las interrogantes de entender la sociedad ayacuchana actual deben situarse en el proceso de transformación social que no solo privilegie el arduo camino emprendido por la libertad sino también las posibilidades y desafíos de concretar el bienestar social de la población ayacuchana. A ella, se suman sucesos disruptivos como el conflicto armado interno, la economía neoliberal, industrias extractivas, la
pandemia, la crisis e inestabilidad política, corrupción y represión estatal de las
protestas sociales. En ese sentido, un pendiente es repensar el quehacer de la
antropología en la región de Ayacucho, anclada en este contexto diverso, a fin
de construir una agenda comprometida con reducir las desigualdades sociales.

Dicho diálogo prioriza las reflexiones derivadas de la experiencia profesional de la comunidad antropológica ayacuchana en los distintos ámbitos de ejercicio profesional. En otras palabras, la antropología debe dejar de dar
la espalda a la sociedad ayacuchana, hacer del elemento transformador de la
cultura en evidenciar soluciones pertinentes, desmitificar los imaginarios de
poder, discriminación y deshumanización. Se hace más urgente la presencia
de nuestra voz frente a contextos del pasado reciente, que no pasa, donde la violación a los derechos humanos, agudización de las brechas de desigualdad,
y desarticulación de las bases democráticas tornas un panorama conflictivo.

Desde el Consejo directivo descentralizado de Ayacucho del Colegio de Antropólogos del Perú, gestión 2023-2025, bajo el liderazgo de la decana Maritza Infanzón Quispe; ponemos a disposición la revista Wamani N° 13 que reune artículos pertinentes que invitan a pensar la sociedad desde distintas entradas antropológicas basadas en la reflexión. Los escritos versan un campo diverso tales como colonialismo, conflictos mineros, economías extractivas, etnodesarrollo, dinámicas religiosas, ancianidad, género y conflicto armado interno.

En la esperanza de contribuir con el debate y análisis de una diversidad de aproximaciones a una realidad compleja y con pendientes tanto en la región
como en el país.